13 de mayo de 2012

Cuba: sangre joven para el cambio

Cuba: sangre joven para el cambio

Son isleños, van a contramano de los Castro y buscan abrirse al mundo,
desde adentro. Viven en el laberinto entre la vieja Cuba y la que hoy
quiere emerger de sus cenizas económicas. Diez historias de rebeldes con
una causa: transformar a su país

Por Daniel Lozano | Para LA NACION

LA HABANA.- Raúl Castro habla en el cónclave del Partido Comunista.
"Compañeros, una Cuba mejor se ve venir en el horizonte." Un guajiro
(hombre de campo) lo escucha en su televisor, y como no conoce el
significado de la palabra horizonte, la busca en el diccionario: límite
visual de la superficie terrestre al que nunca se llega. "Oye, chico -se
ufana el guajiro-. ¡Ahora ya entiendo qué quiso decir el presidente!"

Los chistes cubanos ironizan de forma descarnada sobre sí mismos. Pero
gracias a estas pequeñas radiografías sociales, la vida pasa mejor.
Incluso ahora, cuando la revolución de los hermanos Castro propone una
batería de cambios económicos para intentar salvar a Cuba de la quiebra.
LNR viajó al nuevo laberinto cubano de la mano de diez personajes que
forman parte de esta flamante sociedad que quiere resurgir de sus
cenizas económicas. Ellos son el rostro del cambio.

Un cambio que comienza en el cine, otrora plataforma de críticas y
aperturas. Sumido en un letargo de varios lustros, el celuloide cubano
lucha por transformarse y volver a ser lo que fue. Juan de los Muertos,
el bombazo cinematográfico del año, ha iniciado el despegue. "Somos dos
supervivientes de todos los desastres de la revolución, un Quijote y un
Sancho que se convierten en la salvación de la patria", relata a modo de
sinopsis Jorge Molina, coprotagonista de una película donde la Plaza de
la Revolución se siembra de cadáveres y donde el emblemático rascacielos
Focsa se derrumba como si fuera una torre gemela. "Es la primera vez que
algo así ocurre en el cine cubano: dos pícaros marginales, dos
buscavidas de la calle que nada tienen que ver con el nuevo hombre
soñado por Fidel y el Che, se transforman en los dos grandes
protagonistas de una historia", explica el Sancho Molina.

Este ejercicio cinematográfico delirante, en el que los zombies invaden
la isla desde la base de Guantánamo, se ha vendido a medio mundo y se ha
convertido en objeto de culto local. Aclamada en diciembre durante el
Festival de Cine de La Habana, donde incluso provocó desórdenes públicos
para acceder a las salas que la exhibían, sufre ahora un boicot de
silencio: el gobierno se niega a estrenarla. Los puestos de DVD piratas
ofertan copias de muy mala calidad. La Habana espera el estreno del film
mientras los burócratas apuestan al olvido, como tantas veces.

Jorge Molina, actor y cineasta de culto, inventó el cine gore a la
caribeña con su primer largometraje, Molina's Ferozz, mezclando sangre y
sexo en una versión extrema de Caperucita Roja. El director más bizarro
del país ya prepara su próximo film, una mixtura de Lolita (Nabokov), de
El ángel exterminador (Buñuel), y El inquilino (Polanksi). Sólo falta un
empujón de sus productores españoles. "El cine oficial cubano está
muerto y enterrado. Pero existe un cine alternativo, donde se están
haciendo cosas muy interesantes", sentencia.

En una escena del film más esperado de los últimos años, el matazombies
Juan de los Muertos saca pecho entre sus compañeros: "Soy un
superviviente de la guerra de Angola, del Mariel y del Período Especial
(diez años de crash económico y depresión social que comenzaron con la
caída de la Unión Soviética). Y de la cosa esta que vino después." Una
clara alusión a la etapa que vive la Cuba de 2012, con la miniapertura
capitalista emprendida por Raúl Castro.

"Se impone trabajar con orden y disciplina para hacer realidad las
reformas económicas y dejar el lastre de la vieja mentalidad", resumió
Raúl Castro durante el cierre de la conferencia del Partido Comunista,
celebrada a fines de enero. El presidente cubano ya lo había adelantado:
estamos al borde del precipicio. Y para salvar a una Cuba atrasada,
empobrecida y endeudada no quedaba otro remedio que emprender las
reformas económicas, que algunos analistas han comparado con las
iniciadas por China en los 80.

Año y medio después de las primeras leyes, 350.000 cubanos han puesto en
marcha miles de micronegocios, con tantos ánimos como limitaciones e
incertidumbres. El gobierno también ha repartido tierras que no
producían entre pequeños agricultores. Todo ello como contrapeso al
despido de 1.300.000 empleados públicos (el 25% de la mano de obra) a
los que el Estado ya no puede sostener tras el fracaso de su economía
soviética.

Cuando atraviesas la puerta de un viejo palacete en el corazón del
Vedado, próximo a la esquina de las calles J y 15, te golpea la nueva
Habana, esa que se quiere levantar de entre los escombros. Incluso el
fotógrafo, habanero de pies y boca, se pregunta si se ha equivocado de
ciudad. Luces psicodélicas, obras de arte, techos altísimos, música
house y un bar de medianoche, tan íntimo que te arrastra a hablar de la
vida y del amor. Y, sobre todo, un restaurante de lujo rebosante de
delicatessen en una ciudad que hace mucho tiempo olvidó la buena
gastronomía. Estamos en el paladar (restaurante privado) más cool de la
capital. El creador de Le Chansonnier, un negocio valiente, se llama
Héctor Higuera. Es uno de esos emprendedores que está empeñado en marcar
una nueva época en la isla. "Ha llegado el momento", afirma convencido.

El paladar de Héctor nació a la grande, una aventura equinoccial en el
nuevo laberinto de las aperturas económicas. Cientos de pequeñas
cafeterías o puestos de comida se han lanzado a la misma batalla con
otras pretensiones. Entre todos han cambiado la fisonomía de la ciudad.
En estos negocios se permite la figura del asalariado, prohibida durante
décadas. Como en El Duende, un modesto local de la Calle 26, en las
antípodas de Le Chansonnier. "La ley marca que nuestros empleados, al
menos, ganen un 20% más que el sueldo mínimo establecido en el
municipio", explica su encargado, siempre atareado buscando suministros,
"nuestro mayor problema". Un bocadito de queso y un batido de frutas
cuestan U$ 0,75.

Los salarios constituyen uno de los grandes talones de Aquiles del
cubano, siempre por debajo de los 20 dólares en los empleos públicos.
Sueldos insuficientes para resolver las necesidades básicas, lo que
obliga a resolver cada uno como puede, la mayor parte de las veces con
actividades ilegales o clandestinas. Las aperturas económicas, que
permiten comprar y vender viviendas y autos, y una larga lista de
actividades capitalistas, han llevado más dinero a la calle. Pero
todavía es insuficiente: la mayor parte se concentra en pocas manos.
También hay talleres para reparar autos o para lavarlos, incluso
taxistas privados que utilizan sus almendrones (viejos coches
americanos) como transporte colectivo a 10 pesos cubanos (U$0,40). En
resumen, la pelea constante entre la nueva y la vieja Cuba.

La llamada actualización del sistema socialista provoca contrastes
extraordinarios. Mientras boutiques de lujo venden Nike, Adidas o Gucci
a precio de oro, viejos escaparates exhiben ropas de otro siglo que
nadie quiere. Entre esa estética soviética siguen destacando los grandes
carteles que vociferan los logros del sistema. "Defendiendo mi barrio,
defendiendo el socialismo", parece decir Fidel Castro en la avenida
Boyeros, muy cerca del aeropuerto. Tras reconocer en una entrevista que
"el modelo cubano ya no nos funciona ni a nosotros", el gran líder de la
revolución reaparece en contadas ocasiones, escribiendo sus largas
reflexiones sobre holocaustos nucleares o recibiendo visitas de
mandatarios extranjeros.

En una de sus últimas apariciones televisivas, junto al papa Benedicto
XVI, dejó al mundo boquiabierto. "¿Para qué sirve un papa?", preguntó el
líder revolucionario a Ratzinger, que se esmeró en dar una respuesta de
lo más evangelizadora. El deterioro físico del héroe de Sierra Maestra
sorprendió a los corresponsales desplazados hasta Cuba para la histórica
visita del Santo Padre.

Mientras se producía la entrevista, Danilo Maldonado apuraba sus últimas
horas en una celda de La Habana. La policía política lo había detenido
para evitar una de sus operaciones rebeldes durante la visita papal. Le
tienen pánico al poder de su aerosol. Por algo El Sexto, su nombre de
guerra, es el grafitero más conocido de La Habana, uno de esos rebeldes
que no se conforma con que los cambios sean sólo económicos. Para este
proscrito del arte urbano, la vida es un juego donde se apuesta muy
fuerte. Sus mensajes son profundos, a veces desgarradores, pero llenos
de humor y de sátira, incluido su nombre: "Elegí El Sexto para
ridiculizar la campaña de los Cinco (los cinco agentes cubanos presos en
EE.UU. por espionaje, convertidos en héroes por el gobierno castrista)".

Estamos en una vivienda abandonada junto a la famosa Quinta Avenida
habanera para reproducir, por primera vez, su bandera cubana, el símbolo
de una nueva generación. En ella, el rojo representa la sangre derramada
de los luchadores de la libertad; el blanco, a los mambises (héroes de
la independencia) de hoy, como las Damas de Blanco; y los lazos azules
retratan las generaciones que van quedando atrás en busca de la estrella
de la libertad, que ya está libre del triángulo que la encerraba.

Todo un alegato para este joven, cuyo primer grafiti, hace cuatro años,
se lo rayaron. "Me habían escuchado. ¡Había que seguir!" Y desde
entonces, de pared en pared, se ha convertido en el Pepe Grillo de los
sprays, tan difíciles de conseguir en La Habana. Un aerosol que no deja
de gritar, pese a detenciones y amenazas. Su firma recorre toda la
ciudad. Algunas duran tres o cuatro días, otras las borran en menos de
media hora. Incluso la lleva tatuada en el brazo. Un hombre la reconoce.
"¿Tú eres El Sexto?"?, pregunta acercándose ante la sorpresa de los allí
congregados. "Mis respetos, hermano."

Aldo Rodríguez también dibuja sobre su cuerpo: "El rap es guerra y
traición es muerte". No son adornos en sus brazos, son sus poemas de
vida. Aldo es el líder de Los Aldeanos, un fenómeno social idolatrado en
casi todos los rincones de la isla gracias al poder de su hip-hop. Los
revolucionarios de la revolución, como algunos los llaman, han centrado
sus rimas urbanas "en la vida de la gente". Verso a verso, golpe a
golpe, han tejido un ideario que parece no tener fin: "Parar de hacer
justicia con mi poesía no puedo", confiesan en Un secretico. Estamos en
la azotea de su edificio, en el Nuevo Vedado. La Habana a sus pies. Y no
es una metáfora.

Su popularidad y sus letras ("A veces sueño que es un sueño esta triste
realidad, hasta despierto busco la manera de soñar y así lo haremos
hasta que también violen este derecho") asustaron al gobierno, que les
ha prohibido realizar conciertos: "Nos cerraron las puertas y se
tragaron las llaves".

El rapero subversivo prepara su viaje a Los Angeles para grabar un nuevo
disco. Pero él sí quiere volver. Otros miles de jóvenes sólo sueñan con
irse y tirar las llaves. Son la mayoría silenciosa. Por algo Cuba se ha
transformado en uno de los países más viejos del continente. Sólo en
2011, 38.165 cubanos se fueron legalmente de la isla. Pero muchos miles
se quedaron en el extranjero aprovechando cualquier circunstancia: una
beca, un congreso o una invitación.

O un torneo de fútbol, como la centrocampista Yisel Rodríguez (22 años)
y la delantera Yizenia Gallardo (20), titulares de la selección
femenina. Su historia ya ha sido contada miles de veces durante medio
siglo. Aprovechando un campeonato de la Concacaf en Vancouver,
abandonaron su hotel una medianoche de enero, evitando la seguridad
cubana y con su documento de identidad escondido en el zapato. En taxi
llegaron hasta la frontera con EE.UU. Ahora una vive en Houston, la otra
en Miami. Ambas tienen ofertas para seguir su carrera profesional.

"Yo construí mi viejo Facebook particular a mano, con fotografías y
recortes", explica Yoani Sánchez, la famosa bloguera convertida en la
principal disidente del país. "Al graduarnos en Filología en 2000,
éramos 22 licenciados. Hoy sólo quedamos tres en esta Cuba medio
cadáver, medio difunta, medio posmortem", se lamenta.

Desde su atalaya de Generación Y, la ciberrebelde insiste en que todavía
no ha llegado el momento de contar lo bella que está la tarde, hay otras
urgencias. "Ya hablaremos del sol, ahora a narrar la penumbra", asegura
en su apartamento de Nuevo Vedado, desde el que se divisa la Plaza de la
Revolución, el centro del poder que critica con sus crónicas de la
cotidianidad desde 2007. "Vienen tiempos difíciles", vaticina mientras
celebra el quinto aniversario de su irrupción digital.

Si el cambio fuera un poema de la Premio Cervantes Dulce María Loynaz, y
se pudiera medir como ella hizo con el amor, una punta, la del Gobierno,
estaría en la montaña. La otra, la rebelde, clavada en el viento.

Todos se van, escribió Wendy Guerra. "Y yo también estoy a punto",
confiesa Adrián Monzón, que parece que se ha escapado de una comuna
amish. Le gusta jugar al despiste o tal vez sea un disfraz. Pero este
artista multimedia es una de las mentes más avanzadas de la cultura
cubana: ha dedicado parte de su vida a ir más allá. Pionero de la música
electrónica en el país de la trova y la salsa, se lanzó a la aventura de
reunir a todos los músicos de la isla en una plataforma digital. Así
nació Talento Cubano.

"Queremos hacer el mapa de todos los músicos cubanos, el país está lleno
de talento. Aquí caben todos los cubanos que se atrevan a decir que son
músicos. Que sea el público el que tire tomates o flores." Y comenzaron
los viajes por la isla, "a lo loco, tocando puertas, preguntando", a la
caza y captura de gente desconocida, como el dúo Janet y Quincoso, de
Villa Clara, "que me fascinan, cantan trova como los dioses". O la Banda
Rumbatá, de Camagüey, rumba genial. Incluido AlailloStyle, de Santiago
de Cuba, "un poeta rapero con influencias haitianas". El canal de
YouTube de Talento Cubano alberga más de 300 videos con los músicos de
toda la isla.

Muchos proyectos, pero una esperanza sobre todos ellos: "No quiero para
Sofía (su hija de un año) ni mi niñez ni mi adolescencia". Todos se van...

El viaje de Karen Rivero fue interior. Ahora emerge sobre las entrañas
de Insomnio, una de sus obras más complejas, que condensa "todo lo
creativo que puede surgir de tu imaginación en una noche de desvelo".
Esta ilustradora y diseñadora gráfica apostó muy fuerte por su pasión de
siempre y se embarcó en la aventura de la vida en La Habana. Ahora
ilustra libros, cuentos infantiles, carteles de películas y camisetas.

Como tantos miles de cubanos de su generación, creció entre referencias
soviéticas (los muñequitos?-dibujos animados-) "hasta que al aterrizar
en la Escuela de Diseño de La Habana... sufrí una revolución total". Y
sonríe: "¡Uf, qué frase más trillada!" Desde entonces no ha parado de
crear: exposiciones colectivas, finalista en varios premios de España y
Corea del Sur, vestuario para obras de teatro. Sus ilustraciones son
buscadas por reconocidos cuentistas infantiles: La fábula de Puck, Pablo
en la luna con las musarañas.? Y como también se puede soñar con
carteles (como el que pintó para la película Vedado), le gustaría uno
para su isla en el que quepan todos los colores?.

En el país de los piropos, Yarisleisy Bauta es la reina. Uno en cada
esquina. "¡Cuidado! El sol derrite los bombones", se escucha, de lo más
comedido. Estamos en un palacete olvidado cerca del Malecón. Yarita,
como todos la llaman, posa sin problemas: es su trabajo. Se retuerce
frente a una reja oxidada o se impone en medio de un salón decadente,
que hace más de medio siglo reunía a parte de la burguesía local.
"Comencé a los 5 años, posando frente a mi espejo. Desde entonces quería
ser modelo. Mi madre me apuntó a una escuela", recuerda. Muchos años de
esfuerzo, gimnasio y régimen severo hasta que hace dos años fue fichada
por La Maison, la casa principal de la moda en Cuba.

Su cuerpo interminable y sus facciones, que mezclan sangre china y
cubana, la han lanzado a la cumbre local de la moda en un país de
escasos diseñadores y donde por 16 pasarelas recibe un salario mensual
de 30 dólares. Ha tenido ofertas desde París, pero problemitas con la
visa impidieron el viaje.

¿Y el sueño de Rolando? Desde hace meses captura en un documental las
locuras cinéfilas de una decena de personajes que no se pierden, desde
hace décadas, un estreno en la ciudad. Militante católico y asiduo a la
iglesia inaugurada por la Madre Teresa de Calcuta en la capital cubana,
Rolando Enrique Fernández recuerda cada detalle de la primera visita
papal, cuando en 1998 Juan Pablo II llenó de esperanzas a la isla con la
famosa frase Que Cuba se abra al mundo, que el mundo se abra a Cuba. Los
templos se reabrieron entonces para los católicos y, ahora, tras la
reciente visita de Benedicto XVI, se ha confirmado el extraño matrimonio
de conveniencias entre la Iglesia y el castrismo. Este especialista de
cine se ha hecho a sí mismo en la órbita de la Iglesia, gracias a los
cursos y seminarios impartidos por el Arzobispado habanero: guiones,
cine y radio.

Las paredes de su casa están tan desconchadas como las calles de La
Habana. Su cuerpo, tan flaco que parece hijo del Período Especial,
contrasta con el culto a los músculos que vive la capital. Muchas horas
de gimnasio, anabolizantes e incluso inyecciones de aceite de cacahuete
para los militantes de la tendencia del momento. Todo vale para lucir
cuerpo metrosexual en la selva urbana de la Cuba de hoy.

Rolando vive muy cerca de G, la Avenida de los Presidentes, que todos
los fines de semana se convierte en un desfile de las tribus urbanas
habaneras: reggaetoneros, metaleros, emos y skaters. El gurú de estos
últimos, los amos del patín, se llama Che Alejandro y es el pionero de
los tatuajes en Cuba. "Aquí hay mucho talento que sufre con el
aislamiento", explica en su estudio, donde no para de hacer tatuajes a
todas horas.

Lo que más sorprende de Che es su humildad. El famoso cubanocentrismo
(egocentrismo que sitúa al cubano en el centro del mundo) ha encontrado
su antítesis. "Soy un freak cubano con aspiraciones, alguien al que todo
le da igual. Me molesta mucho la gente que se la cree", explica sin
alzar nunca la voz. En su estudio, cerca de la Plaza de la Revolución,
ha perpetrado su pequeña subversión a base de tatuajes. Che comenzó
surfeando y aprendió a tatuar en el cuerpo de sus compañeros de olas.
Ahora prosigue con sus dibujos cuando pintarse el cuerpo se ha
convertido en una moda. Eso sí, ya nadie se tatúa al Che Guevara. "A la
gente le gustan mis personajes de cómic, también los tribales o las
invenciones propias. Como en el resto de los países, Cuba sueña con
vivir también ese mundo moderno de hoy", apostilla el tatuador.

Che también ha organizado exhibiciones en Cuba. "Estos encuentros nos
sirven para saber qué están haciendo los demás. El cubano está como loco
por formar parte del mundo globalizado. Si hay unas botas que se ponen
de moda, los cubanos se asarán de calor en pleno agosto para lucirlas."

Así es el laberinto entre la vieja Cuba y la que quiere emerger de sus
propias cenizas. Nuevos tiempos marcados por viejos miedos. Miedos ya
relatados por Virgilio Piñera, gloria de la poesía cubana, perseguido en
los albores de la revolución por su homosexualidad y castigado con el
ostracismo. "Los que meten miedo" y "los que tienen miedo". Así dividía
Piñera su asfixiante mundo en la obra teatral Dos viejos pánicos.

Este 2012, año de los cambios, se celebra el centenario de su nacimiento
con distintos homenajes, aprovechando las pequeñas ventanas abiertas por
el sistema. En su pieza teatral, premiada por la Casa de América pero no
estrenada durante décadas, uno de sus personajes, predecesor existencial
del matazombies Juan, lo decía bien alto y bien claro para todo aquel
que quisiera escucharlo: "Los muertos no temen a las consecuencias".
Viejas palabras de poeta vigentes todavía en la nueva Cuba de 2012.

http://www.lanacion.com.ar/1472516-cuba-sangre-joven-para-el-cambio

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