18 de mayo de 2012

Cuba y sus abismos

Publicado el viernes, 05.18.12

Cuba y sus abismos
Ariel Hidalgo

En diciembre del 2010, el presidente Raúl Castro alertaba alarmado que,
de no llevarse a cabo los recortes anunciados, la "revolución" se
hundiría en el abismo. Más tarde tuvo que suspender algunas de las
medidas programadas y otras, aplazarlas, al percatarse de que, de
realizarse en la forma drástica y acelerada como estaban previstos
–entre otros el despido de más de medio millón de empleados del Estado–,
la consecuencia sería más bien precipitar el colapso económico y poner
al país al borde de la explosión social. No exageraba, porque en
realidad, a la crisis permanente y sistémica se sumaba la crisis mundial
y los desastres naturales del 2008. Sólo con la crisis estructural
permanente de medio siglo el país se había acercado peligrosamente en
más de una ocasión a la total desestabilización, y el remedio había sido
siempre el mismo: la válvula de escape de los éxodos masivos. Los ciclos
duraban catorce o quince años: De Camarioca (1965) al Mariel (1980), y
del Mariel a Guantánamo (1994), éxodos precedidos por algún hecho social
explosivo, como la crisis de la Embajada del Perú en 1980, o el llamado
Maleconazo, en 1994. Catorce o quince años después el ciclo terminaba en
el 2008 o el 2009, años en que se produce la sucesión raulista.

¿Por qué esta sucesión cíclica de la crisis? Una centralización de
tantos medios de producción tiene como consecuencia que ese Estado se
vea obligado a crear un inmenso ejército de funcionarios sobre los
cuales no podrá ejercer un control efectivo, por lo que conforman una
inmensa burocracia con un poder desproporcionado. Unas riquezas que
pertenecen a todos, no es propiedad de nadie, por lo que la burocracia
ejerce su explotación como si fueran suyas mientras la derrochan como si
fueran ajenas y esa contradicción entre propiedad estatal y apropiación
privada genera natural e inevitablemente la corrupción como un fenómeno
consustancial del sistema. La corrupción engendra crisis y la crisis,
más corrupción. Ese mal, pese a las purgas gubernamentales, lejos de
menguar, se acrecienta, hasta el punto de que hoy se ha multiplicado en
gran escala y es ya imposible de atajar, lo cual significa que el modelo
cubano se halla completamente agotado y de continuar puede desembocar en
un gran desastre.

Al final del último de esos ciclos, es cuando se producen, por una
parte, los desafíos sin precedentes de la disidencia –marchas de las
Damas de Blanco, huelgas de hambres en las prisiones hasta las últimas
consecuencias, y manifestaciones públicas antigubernamentales–, y por
otra los reclamos también sin precedentes de la izquierda contestataria
con diferentes grupos, socialistas participativos y libertarios que las
autoridades se ven obligadas a tolerar aunque los excluye de los medios
oficiales. Las circunstancias internacionales no permitían un nuevo
éxodo masivo, por lo que sólo quedaba crear expectativas de cambio,
celebrar un congreso del partido gobernante aplazado varias veces,
conceder cierto espacio de libre expresión dentro de los marcos
institucionales, eliminar prohibiciones como compras de casas y autos y
la tenencia de celulares, y permitir el desenvolvimiento controlado de
la microempresa; pero al mismo tiempo contrarrestar con mano dura los
retos de una disidencia que si treinta años atrás sólo contaba con dos
docenas de personas –una docena en la cárcel y otra en las calles–,
ahora podían contarse por decenas de miles. Sólo en el pasado mes de
marzo se produjeron mil cien arrestos de disidentes, número que rompió
todos los récords anteriores. Las concesiones a la población representan
cierto alivio pero son como aspirinas para un cáncer terminal. Por este
camino se desemboca en una gran tragedia social sin precedentes:
violencia generalizada incontrolable, éxodo superior a los anteriores y
posible intervención militar norteamericana.

Pero las cosas pueden resultar aún peores. La decisión gubernamental de
conceder autonomía a las empresas estatales sin escuchar los reclamos de
la izquierda contestataria de conceder antes a los trabajadores el
control directo de las empresas, significa más poder para una burocracia
suficientemente corrompida como para no vacilar en negociar con los
carteles de la droga que buscan una vía segura y directa hacia el
mercado norteamericano.

"Cuando México esté terminando de expulsar el problema del crimen
organizado, Cuba se estará preparando para recibirlo", expresa en su
estudio sobre el narcotráfico el ex comandante guerrillero salvadoreño,
Joaquín Villalobos. El escenario sería guerras entre carteles, matanzas
masivas y asesinatos de periodistas y activistas.

Todas las fuerzas realmente democráticas de la disidencia, izquierda
contestataria y diáspora, deberán unirse en una causa común: presionar
un cambio pacífico que evite al país hundirse en uno de estos abismos.

Infoburo@AOL.com

http://www.elnuevoherald.com/2012/05/18/1205774/ariel-hidalgo-cuba-y-sus-abismos.html

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