5 de mayo de 2012

El cardenal no tiene quien le olvide

Publicado el viernes, 05.04.12

El cardenal no tiene quien le olvide
Pedro Corzo

Ver y escuchar a Jaime Ortega y Alamino es un viaje en el tiempo, una
visita a las cortes europeas cuando los petimetres y majos hacían de las
suyas. Es acicalado, presuntuoso y vanidoso, el pecado preferido de
Satanás, como apunta Al Pacino en El Abogado del Diablo.

El que tal vez sea el obispo más petulante en toda la historia
eclesiástica cubana, no honra el evangelio que predica y menos todavía
puede inspirar la confianza necesaria para que partes en conflicto
intenten conciliar diferencias.

Ortega es incapaz, y de ahí la interrogante de cómo fue que llegó a
Cardenal, de insuflar los valores del cristianismo y menos aún de
predicar la ética sobre la que se sustenta el mundo occidental y si
alguien tenía dudas al respecto, debieron quedar disipadas cuando dijo
que Monseñor Agustín Román le había planteado que no hablara en el
exilio de reconciliación porque era un asunto escabroso.

La manifestación de Ortega presenta a Monseñor Román como un hipócrita,
con un actuar bien contrario a la conducta de un pastor que siempre
favoreció la verdad, la justicia y la reconciliación.

Román nunca predicó el odio y fue un incansable laborante por un mayor
entendimiento entre cubanos, en particular entre las dos orillas de la
Iglesia. Lo que sí es seguro es que jamás hubiera favorecido un
entendimiento con Fidel y Raúl Castro, como evidentemente Ortega propicia.

Ortega y Alamino comparte la tesis de la clase dirigente castrista de
que es necesario destruir los paradigmas de la Cuba del futuro y
Monseñor Román, como el también desaparecido Eduardo Boza Masvidal, son
referentes éticos para los cubanos de hoy y de mañana.

Ortega también traiciona lo que predica cuando muestra un extremo
desprecio por aquellas personas que en su opinión no tienen formación
académica o un bajo nivel cultural. Todo parece indicar que solo predica
para generales y doctores, para personas que considera sanas
mentalmente, porque al parecer opina que para enfrentar el totalitarismo
hay que estar loco de remate, y evidentemente él es un sacerdote muy
cuerdo. Ortega, que mintió cuando dijo que los ocupantes de la Iglesia
de la Caridad habían sido expulsados sin violencia, al parecer ignora
que la mentira es un grave pecado.

Durante su lamentable presentación en la Universidad de Harvard, acusó a
los exiliados de Miami de organizar y promover las protestas en Cuba, lo
que ofende a ese notable grupo de hombres y mujeres en la isla, que sin
la protección del Vaticano y sin más escudo que sus convicciones,
sostienen una firme lucha por sus derechos que la jerarquía católica
cubana prefiere ignorar.

El cardenal de un país que vive en la miseria viste ostentosamente.
Gusta del perfume y de uñas arregladas, pero lo que es peor, es de una
hipocresía sin límites. Hasta su amabilidad es falsa y marca distancia
con su interlocutor si considera que este no se ajusta al nivel en el
que supone se encuentra. Nada más lejos del Cristo que dice haber abrazado.

Para concluir, Ortega y Alamino reproduce el lenguaje denigratorio
contra el exilio que practican la dictadura y sus asociados fuera del
país. Describe un exilio intolerante, odiador de oficio, capaz de
perseguir y execrar a quienes disienten de la mayoría, como si no fueran
los exiliados quienes históricamente han trabajado económica y
políticamente a favor de Cuba y mostrado una solidaridad activa cuando
así lo han demandado las circunstancias.

Cardenal, la represión está en Cuba. La violencia oficial está en la
isla. El exilio no es una entidad homogénea, pero existe democracia
hasta para equivocarse, porque no responde a la voluntad de caudillos ni
jerarcas que distan mucho del amor y comprensión que Cristo predicó.

Periodista de Radio Martí.

http://www.elnuevoherald.com/2012/05/04/1195203/pedro-corzo-el-cardenal-no-tiene.html

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