11 de mayo de 2012

Ingenua juventud?

¿Ingenua juventud?
Fernando Ravsberg
2012-05-10, 10:37

En una reciente entrevista, la escritora cubana-americana Uva de Aragón
me decía que la emigración de miles de jóvenes talentos de Cuba no se
corresponde a un "robo" de cerebros sino a una "fuga" en busca de
mejores oportunidades en otros países.

El concepto es discutible, más aun cuando se trata de una nación a la
que se le aplican fuertes restricciones económicas con el fin expreso de
provocar hambre y desesperación en la gente, a la par que les ofrecen
residencia en la mayor potencia mundial.

Pero, más allá de las diferencias de criterio, lo cierto es que cada año
decenas de miles de jóvenes abandonan el país por diferentes vías y
muchos de ellos son científicos, médicos, deportistas, ingenieros o
arquitectos, todos formados por Cuba.

Me consta porque tengo dos hijos en "edad de emigración" y muchos de sus
amigos están ya en el exterior. La mayoría provienen de la vocacional V.
I. Lenin, una de las escuelas donde supuestamente estudian los mejores
talentos del país.

Y no solo se trata de prospectos académicos, también se considera que
los jóvenes de ese centro son especialmente fieles a la ideología de la
revolución. Se esperaba que allí se formaran los hombres y mujeres que
dirigirían Cuba en el futuro.

Es verdad que la emigración cubana no es la mayor de América Latina,
como se nos quiere hacer creer inflando cifras, pero tiene la
característica de estar compuesta por la gente más preparada, desde
técnicos medios hasta graduados universitarios.

Y se van porque son los que menos ganan, los que deben vivir de un
salario de U$D 17 mensuales y no tienen la posibilidad de hacer trabajos
extras, de montarse un negocio por su cuenta o llevarse algo del centro
del trabajo para revender después.

Pero el dinero no es la única razón. Hace poco fui entrevistado por una
periodista cubana sobre las características de la juventud de la isla lo
que me obligó a informarme, a buscar jóvenes y conversar con ellos para
saber cómo piensan y como sienten.

Descubrí que algunos emigran porque perciben que viven en un país que no
es el de ellos, se sienten habitando una casa ajena donde las reglas de
convivencia las imponen sus abuelos, quienes ante cualquier discrepancia
les recuerdan todo lo que se les debe.

Y se cansan, se cansa el gay esperando años a que el parlamento se
decida a aprobar sus derechos y también el joven científico que hace un
doctorado en el extranjero y las leyes solo le permiten llevar a su
mujer e hija si salen de forma definitiva.

Cosas tan elementales como que los estudiantes de medicina deben
cortarse el pelo al largo que estimen las autoridades universitarias por
supuestas "razones de higiene" que, sin embargo, no se aplican cuando el
estudiante es una mujer o un extranjero.

Sorprende que suceda esto durante el gobierno de Raúl Castro, aquel
joven que bajó de la Sierra Maestra con el pelo largo hasta los hombros,
algo que no era impuesto por la guerra porque muchos de sus compañeros
lo llevaban más corto.

Recuerdo cuando los universitarios intentaron que la asistencia a clases
no fuera obligatoria y como todo el aparato del Ministerio de Educación
Superior se impuso, amenazando incluso al periodista que hizo un
reportaje sobre el tema.

Es verdad que al final son las organizaciones juveniles las que toman la
decisión pero eso es solo un espejismo porque en ocasiones estas, en vez
de representar a sus afiliados, se convierten en herramientas para
imponerles políticas, reglas y normas.

Por supuesto que los jóvenes quieren ganar salarios que les permitan
divertirse, vestirse bonito y pensar en formar una familia independiente
pero aspiran también a construir una nación en la que no todo esté
escrito y en la que su opinión cuente.

Un joven comunista me dijo que está harto de que sus propuestas sean
retrucadas sin más argumentos que un condescendiente "no se puede ser
tan ingenuo", tal y como si toda la sabiduría de Cuba estuviera en manos
de las personas mayores.

El prejuicio no es nuevo ni exclusivamente cubano, en el siglo XlX, el
poeta alemán Friedrich Hebbel, reconocía que a menudo la juventud cree
que el mundo comienza con ella, pero enseguida advertía que la vejez
cree aun más a menudo que el mundo acaba con ella.

"No entiendo cual es el temor, tenemos la misma edad que tenían nuestros
dirigentes cuando tomaron el poder. Es verdad que nos vamos a equivocar,
pero es nuestro derecho, igual que se equivocaron ellos", me comenta un
universitario.

Los acusan de ser demasiado ingenuos e inmaduros pero semejantes
"defectos" solo se curan con "fogueo", dándoles poder de decisión sobre
sus propias vidas y participación activa en el diseño de una nación que,
al fin y al cabo, terminará irremediablemente en sus manos.

http://www.bbc.co.uk/blogs/mundo/cartas_desde_cuba/2012/05/ingenua_juventud.html

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