13 de mayo de 2012

Nadie borra a los auténticos

Publicado el domingo, 05.13.12

CRONICA DE DOMINGO

Nadie borra a los auténticos
Raúl Rivero

Madrid – Los 30 años de la revista Linden Lane, fundada en 1982 por los
escritores Belkis Cuza Malé y Heberto Padilla, que se celebran con un
número especial esta primavera, son una hazaña intelectual, una
demostración de pasión por la cultura cubana. Y es también, cómo no, un
inventario plural y desprejuiciado en el que aparecen los nombres de
decenas de hombres y mujeres que tuvieron que salir a vivir y a hacer su
obra lejos de la geografía de su país.

Cuza Malé, la poetisa, periodista y pintora de Guantánamo, ha llevado en
sus travesías y cambios de casas en Estados Unidos, las claves de esa
publicación en sus carpetas. Ella ha trabajado por las páginas de la
revista con la misma fuerza que la asistió para presentarla junto a su
esposo Padilla (fallecido en el año 2000) en Princeton, en medio de una
papelería de textos originales firmados por los más importantes autores
llegados al exilio y de ilustraciones que enviaban los artistas plásticos.

Gracias a la autora de Juego de damas y Poemas de la mujer de Lot existe
ese sitio que, como dijo alguien, es una casa de papel y tinta para los
artistas que tienen que buscar en los sueños borrosos los techos de sus
casas originales o reconstruirlas de memoria a partir de fotos que
también comienzan a cambiar de color.

Este número de Linden Lane Magazine permite, además, una categoría de
encuentros especiales –a partir del arte y la literatura– con muchos
amigos que, al decir de Belkis Cuza Malé, se han mudado a otra dimensión.

Hay recuerdos, respeto y admiración para todos, pero en Madrid, la
llegada de la revista y su aniversario, ha convocado la obra y la vida
de un poeta, Gastón Baquero, que hizo en silencio esa mudanza, hace
ahora 15 años, en el mes de mayo de 1997.

Su poesía, oculta, disimulada, mandada a borrar por órdenes lejanas, no
sólo está presente en la literatura española contemporánea. Fue su libro
Memorial de un testigo, en 1966, cuando el poeta era un exiliado sin
nombre y sin sombra en esta ciudad, el que le hizo recobrar su identidad
y le devolvió el esplendor que le había acompañado en Cuba y tenía
destello desde su Banes natal hasta el Paseo del Prado.

Después de una etapa en que se le quiso matar de olvido, su poesía
lujosa y honda, su periodismo y sus ensayos literarios, lo devolvieron a
su sitio. Y su sitio era su espacio en la calle Antonio Acuña. Allí lo
que hizo fue escribir las piezas de otros dos libros que ningún
burócrata, ninguna envidia y ninguna ideología podrá esconder. Los
libros son Magias e invenciones y Poemas invisibles.

No sé si es verdad que el poeta decía que para ver a Cuba no necesitaba
asomarse a una ventana. Sólo tenía que cerrar los ojos. Y los cerraba
como quedarse tranquilo, sin vanidades, ni sueños de grandeza, con el
rumor de sus versos.

http://www.elnuevoherald.com/2012/05/13/1200871/raul-rivero-nadie-borra-a-los.html

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