21 de mayo de 2012

Rehenes

Rehenes
Lunes, 21 de Mayo de 2012 04:20
Escrito por Jorge Olivera Castillo

Cuba actualidad, Habana Vieja, La Habana, (PD) La ecuación vuelve a
fallar. Esta vez tampoco habrá canje ni nada que se le parezca. Los
cinco espías cubanos seguirán cumpliendo sus largas condenas en cárceles
norteamericanas y el contratista norteamericano Allan Gross, apresado en
La Habana el 3 de diciembre de 2009, tendrá que procurar nuevas fuerzas
para que no decaiga su esperanza en salir algún día de la celda donde
cumple quince años de privación de libertad.

A más de dos años de la detención de Gross, resulta incomprensible que
lo hayan encontrado culpable por el mero hecho de haber hallado entre
sus pertenencias equipos de comunicación vía satélite destinados a la
pequeña comunidad judía de Cuba.

El encausamiento parece haber sido solo un pretexto legal para
justificar lo que a todas luces es un secuestro. En el diseño del
régimen comunista faltaba una ficha con la cual al menos lograr un
empate. Ese espacio lo ocupó este señor que ni por asomo imaginaba la
falta de escrúpulos de sus captores. Según los sesudos que idearon la
operación, en poco tiempo se lograría el intercambio de prisioneros, es
decir los cinco oficiales de la contrainteligencia cubana por el
ciudadano estadounidense. Tan alta fue la apuesta por este desenlace que
incluso Fidel Castro se atrevió a prometer públicamente el retorno antes
que expirara el 2011.

Para confirmar la imposibilidad del trueque soñado por los jerarcas de
La Habana, la secretaria de estado, Hillary Clinton, ha ratificado
recientemente la política del gobierno norteamericano de no aceptar sino
la liberación incondicional de un hombre que nunca debió ir a prisión
por facilitarles el acceso a internet a los judíos cubanos. Respecto a
los cinco, la funcionaria piensa que fueron juzgados con todas las
garantías procesales, además de señalar que el asunto es competencia del
poder judicial en un país donde los mecanismos democráticos son respetados.

La controversia bilateral, casi siempre caracterizada por un alto nivel
de crispación, se torna un poco más escabrosa a partir de la decisión
del gobierno cubano de mantener a Gross tras las rejas, pese a los
reclamos de este de obtener tan siquiera un permiso temporal para
visitar a su madre enferma con un cáncer terminal.

No hay que ser un experto para darse cuenta de los fines del grupo que
controla rigurosamente todas las instituciones en Cuba, incluidos los
tribunales.

Su pretensión en este caso es continuar presionando por un canje, aunque
fuera parcial, es decir entregar a Gross por dos o tres de los
integrantes de la desarticulada red Avispa, hallados culpables en 1998
tras un meticuloso seguimiento del FBI.

Hay que destacar otro error de cálculo en las acciones para lograr la
liberación de los cinco espías. Aunque no existen los medios para
confirmarlo, es de sospechar que el arresto y condena de setenta y cinco
opositores e integrantes de la sociedad civil alternativa en marzo de
2003 respondió a un plan proyectado para conquistar los mismos
propósitos que ahora tampoco parecen tener el final que previeron sus
gestores.

¿Fue una casualidad que la Dirección General de Inteligencia (DGI) con
sede en La Habana escogiera a quince líderes prodemocráticos para
echarlos en la cárcel por cada uno de los cinco hombres sembrados en
varios estados de Norteamérica? No lo creo.

En aquella oportunidad los creadores del plan pensaron que podían
comprometer a las autoridades de Washington al presentarlas, como suelen
hacerlo regularmente, en calidad de patrocinadores de las agrupaciones
contestatarias dentro de la isla.

Con el tiempo se desvanecieron las expectativas. Los espías continuaron
en sus celdas y más del 95% de los 75 no cumplió ni la mitad de sus
altas condenas. Aunque condicionalmente, todos fueron liberados a raíz
de la repulsa internacional de gobiernos y personalidades, desde el
mismo instante en que se desarrollaba una de las mayores olas represivas
en la larga historia del castrismo.

Ni los rehenes nacionales de la primavera de 2003, ni el actual, de
ciudadanía norteamericana, serán la vía para traer de vuelta a los cinco
hombres que realizaban actividades encubiertas dentro de territorio
extranjero.

Es difícil saber cómo terminará este conflicto. Parece que aprehender a
ciudadanos indefensos y presentarlos como agentes de la subversión no es
un medio eficiente. Deberían soltar a Gross y explorar otras tácticas.

Quizás la solución esté en dejar a un lado la política de plaza sitiada
y comenzar el deshielo de unas relaciones que, a estas alturas de la
historia, traerían más beneficios que pérdidas para Cuba. Pero tales
designios no parecen estar entre las aspiraciones de la nomenclatura.
¡Qué lástima!

Para Cuba actualidad: oliverajorge75@yahoo.com

http://primaveradigital.org/primavera/internacional/52-mundo/4134-rehenes.html

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