13 de mayo de 2012

Un sindicato en los brazos del patrón

Un sindicato en los brazos del patrón
El 1 de mayo ni un solo puño se levanta en señal de protesta
Yoani Sánchez 11 MAY 2012 - 00:04 CET

Si algo distingue al primero de mayo de otros días del año, no es el
desfile, ni tampoco la muchedumbre que agita sus banderitas de papel. Lo
más llamativo resulta el silencio que cae sobre La Habana después de que
terminara el acto masivo en la Plaza de la Revolución. Una quietud
apenas interrumpida por los pocos autos que recorren las calles y por
algún policía que suena el silbato en una esquina. Todas las escuelas,
los centros laborales, las dependencias oficiales y hasta las paradas de
ómnibus se quedan vacías. Ese escenario se ha repetido por décadas, pero
en este 2012 algo rompió el tedio habitual de la jornada de los
trabajadores. Muchos negocios particulares, conocidos aquí con el
calificativo de cuentapropistas, abrieron sus puertas a pesar del
feriado, se saltaron la conmemoración para volcarse en el comercio de
pizzas, helados o batidos de frutas. Mientras otros lanzaban consignas
de reafirmación revolucionaria, ellos vendían sus productos; pescaban en
el río apacible dejado por los comercios estatales cerrados.

Se espera que al finalizar este año alrededor de 600.000 cubanos
ostenten una licencia para trabajar en el sector privado. Entre ellos se
incluirán muchos de los que quedarán sin empleo a raíz de la reducción
de plantillas que se lleva a cabo por todo el país. En los próximos
meses más de 170.000 plazas serán cerradas en diferentes esferas
pertenecientes al Estado y al personal se le reubicará en otras labores
o irá al despido. Los eufemismos que caracterizan al lenguaje oficial
han llegado a su máxima expresión a la hora de hacer referencia a este
impopular proceso. Han dado en llamar a los recortes "reordenamiento
laboral" y a las personas que están en el paro les han colgado el
calificativo de "disponibles". Como si no bastaran tales peculiaridades
en el plano nominal, el único sindicato autorizado en el país ha apoyado
la decisión de "desinflar las plantillas para lograr eficiencia". La
Central de Trabajadores de Cuba ha dejado claro que su papel está más al
lado del empleador que de los empleados. Postura que no ha sorprendido a
ninguno de sus casi tres millones de miembros, acostumbrados a pagar
disciplinadamente su cuota pero conscientes de que esta organización
representa los intereses del poder frente a la base y no a la inversa.

A ese mismo obediente sindicato ha ido a parar más del 80% de los más de
370.000 trabajadores por cuenta propia y una representación de ellos
desfiló el pasado primero de mayo. No se han inscrito en él buscando
representatividad o amparo, sino para evitarse problemas. Intuyen —con
razón— que de no afiliarse podrían señalarse como "apáticos",
"burgueses" y en el peor de los casos como "contrarrevolucionarios".
Todos ellos, sin dudas, preferirían una asociación que los defendiera de
los altos impuestos, convocara a protestas por la ausencia de un mercado
mayorista y reclamara préstamos bancarios con los que sostener sus
negocios. De poder elegir, ni siquiera hubieran votado por Salvador
Valdés Mesa, el actual secretario general de la CTC, cuya ocupación
anterior fue en el antagónico Ministerio del Trabajo. En lugar de la
Iglesia en manos de Lutero, el nuestro parece ser un sindicato atrapado
en los brazos del patrón. Una federación que ha respaldado la supresión
de medio millón de empleos que se implementará hasta el año 2015 y que
ha llamado a una mayor compromiso con el Gobierno de Raúl Castro. Como
legado negativo de esa actitud pasiva y cómplice, quedará el rechazo
futuro de muchos obreros a integrar sus filas o las de otra organización
proletaria. A la palabra sindicato habrá que sacudirle en Cuba sus
actuales connotaciones de inacción para devolverle aquel papel
irreverente y autónomo que una vez tuvo.

Por el momento, en la tribuna del primero de mayo en lugar de un
mensaje reivindicativo se imponen como lemas los llamados a la
disciplina, la exigencia y el control. La inconformidad laboral no tiene
cabida en una Plaza de consignas triunfales y loas al sistema. Ni un
solo bloque representa a los desempleados, ni un solo puño se levanta en
señal de protesta, ni un sólo cartel pone en jaque a las autoridades.
Muchos de los allí presentes han asistido por la misma razón que se han
inscrito en la CTC, para no marcarse como desafectos a un proceso
político en el que ya apenas si creen. Sonríen a la cámara y algunos
lleven a sus hijos sentados sobre los hombros; pero nada queda en ellos
de la esencia contestataria del Día de los Trabajadores. Cuando termina
el acto regresan a casa o se adentran en las calles de los alrededores
en busca de algo para comer o beber. Terminan comprando en el mostrador
de algún cuentapropista no sindicalizado que mantuvo abierto su negocio
durante el feriado. A la mañana siguiente, el periódico oficialista
Granma publica un orgulloso titular en letras rojas "este ha sido el
desfile más organizado y más rápido" de nuestra historia. Y por esta
vez, Granma tiene razón.

Ni un solo bloque representa a los desempleados, ni un solo cartel pone
en jaque a las autoridades

Yoani Sánchez es periodista cubana y autora del blog Generación Y.

http://elpais.com/elpais/2012/05/04/opinion/1336137006_358736.html

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