13 de junio de 2012

Café Laical: el progreso

Exilio, CAFÉ, Iglesia Católica

Café Laical: el progreso

Un posible punto de encuentro entre el Partido Comunista de Cuba y la
Iglesia Católica cubana radicaría en sus catedrales pobladas con falsos
creyentes, afirma el autor de este artículo

Arnaldo Fernández-Díaz, Miami | 13/06/2012 10:48 am

Es lógico que la izquierda plattista considere el giro táctico de la
Iglesia católica en Cuba como "diálogo paciente (con) metodología
patriótica", pero la santa paciencia de la Iglesia católica no deriva de
contar con la "más amplia membrecía (sic) dentro de la sociedad civil
cubana" —algo sumamente discutible versus CDR, FMC y CTC—, sino más bien
del poder eclesial milenario centrado en Roma y de ningún modo en La
Habana. Aquí, por el contrario, prevalece el sentido cubiche de
inmediatez, que puede rastrearse desde el diario "perdido" de Carlos
Manuel de Céspedes, pasando por el diario de campaña de José Martí,
hasta el diario bregar para resolver ahora y ya veremos después.

El doctorando Arturo López-Levy (ALL), líder mediático de Cuban
Americans for Engagement (CAFE), vindica como "progresos en la política
cubana" aquel giro de la jerarquía católica, que consiguió excarcelar a
los reos de la Causa de los 75 (2003) —y desterrar la mayoría a España—
sin rozar siquiera que el ejercicio del criterio con respecto al
Gobierno se ciñe al marco prefijado por el delito de Propaganda Enemiga.

Según ALL, se han abierto "nuevos canales de comunicación" entre el
Partido Comunista de Cuba (PCC) y la Iglesia católica en Cuba (ICC),
respectivamente. Quizás el punto de encuentro comunicativo estribe en la
creencia de que un muerto genere un vivo, la cual arraigó desde los
casos de Lázaro primero y Jesús después, pero jamás podrá discernirse de
manera argumentativa en el caso del Estado totalitario castrista. Para
el caso más agudo del Estado soviético —y la "democracia popular"
inventada por Stalin con ánimo de legitimar la conquista roja de Europa
del Este— fueron precisos 70 años de engaño sistemático, ingente
desperdicio y represión despiadada antes de concluir que iba contra la
lógica humana.

Otro punto de encuentro entre PCC e ICC radicaría en sus catedrales
pobladas con falsos creyentes, que guardan las apariencias militantes ya
solo en público y se acuerdan de Jesucristo cuando truena. Y como la
izquierda plattista —esa que piensa el destino de Cuba ligado a EEUU y
atisba la salvación del pueblo cubano con el levantamiento del embargo—
no tiene otra cosa para rehacerse la cabeza, su idea de progreso no es
reflexiva, sino fidelísta. La esperanza queda cifrada en que la misma
minoría histórica —el grupo político de Fidel Castro— que terminó
haciendo leña el país, merece todo el apoyo posible para sacarlo ahora
adelante.

Este marco mental no puede dar otra cosa que hipérboles interesadas,
como "la construcción paciente y gradual por las comunidades religiosas
cubanas de varios repertorios de acercamiento entre los diferentes
componentes de la nación cubana". Las novelerías en torno a la visita
del Papa y la posición del cardenal Jaime Ortega se suman ahora a la
hiperbolización previa, como "reformas económicas", del barbero por
cuenta propia del barrio y el guajiro que ya puede vender cebollinos a
los hoteles.

Para una nación tan desvergonzada que no tiene ya, en ninguna de sus
banderías encontradas, cómo justificar más de medio siglo de dictadura,
la izquierda plattista tacha de "aguafiestas plattista" al bando
contrario y define, como "postura racional de reconciliación",
desentenderse de aquellos porque "carecen de la mínima consistencia
ética o política, y (por) último, pero no menos importante, de poder".
Tal es la clave de ALL para "respetar a un nacionalismo cubano orientado
al desarrollo". Se trata de la doble arrogancia castrista de escoger al
dialoguero y tener la llave. Solo que, por entre el discurso sobre la
Iglesia católica y el Estado castrista, salta también la liebre de
inconsistencia: no hay diálogo, sino pugilato de intereses. La premisa
cardinal del diálogo —desde que Kant distinguió hacia 1770 entre
dilucidar y ejecutar— reza: quien pueda hablar puede tomar parte en el
discurso.

Así mismo este discurso esconde la tragedia que ALL pretende esquivar
con rejuegos lingüísticos como "modelo de economía mixta y pluralidad
acotada", que no es otra cosa que el molde preservativo del Estado
totalitario por simple reacomodo de sus límites del dominio sobre toda
la vida económica y social de la "nación cubana". Lo trágico reside en
que ALL y CAFE, junto con el cardenal y su Iglesia y todos los demás
ajenos al grupo político de Fidel Castro, son ya solo consentidos, por
mera conveniencia. No tienen valor por sí mismos, sino instrumental en
manos de aquel grupo y hasta próximo aviso.

Nada distinto puede esperarse de quienes se han arrogado el uso
ilimitado (absoluto) y discrecional (arbitrario) de ese poder "no menos
importante". Así y todo, el CAFE plattista apuesta por ellos e incluso
se atreve a darles consejos, como que el PCC "debería abandonar la
soberbia" y hasta dar premiso para abrir "espacios representativos de la
pluralidad (en) las elecciones del Poder Popular". Estas cosas solo
pueden explicarse como ilusión o hipocresía. Y lo de echar mano a la
Iglesia católica, como atuendo para darse caché laical.

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/cafe-laical-el-progreso-277620

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