11 de junio de 2012

Cuba: abróchense los cinturones

Cuba: abróchense los cinturones
Existen tres regulaciones que se debe concretar en un plazo más o menos
corto: las modificaciones de las leyes migratorias, la apertura a más
inversiones extranjeras y la admisión de cooperativas de obreros y
profesionales
Leonardo Padura 11 JUN 2012 - 00:07 CET
ENRIQUE FLORES

Aunque a paso lento, la sociedad cubana está viviendo un importante
proceso de reajuste. Y quizás debido a la misma significación política y
económica de esa transformación del tejido social, el movimiento de
cambios impulsado por el gobierno exhiba ese carácter, en apariencia y
en realidad, tan pausado.

En cualquier caso, ya es un hecho que, como parte del programa de
"actualización del modelo económico", en el año anterior han
desaparecido del sector estatal 140 000 plazas, mientras existe un
propósito expreso de que este año se eliminen otras 170 000, en busca de
la cantidad prevista, que ronda (por encima o por abajo) el millón de
empleos por racionalizar. Al mismo tiempo, ya en los primeros meses del
corriente 2012 eran más de 370 000 las personas que en el país se
dedicaban a la revitalizada y ampliada modalidad de "trabajo por cuenta
propia", cifra que solo se puede haber logrado (incluso si se suman
todas las plazas ya eliminadas y las que se prevé eliminar en estos
meses) con el acercamiento a esa modalidad de ciudadanos que no tenían
vínculo laboral oficial de ningún tipo. Dicho en cubano: gente que vivía
del "invento".

Mientras se está produciendo ese movimiento laboral forzado o
voluntario, la tendencia al aumento de los salarios estatales se ha
estancado (el promedio anda por los 450 pesos, unos 17 euros), y se
advierte que los sueldos no se incrementarán hasta tanto los índices de
productividad no crezcan convenientemente, se reduzcan los empleados
públicos, y se elimininen las llamadas "gratuidades (o subsidios)
indebidos". En otras palabras: un plan de austeridad y recorte... Para
complicar lasituación, es un hecho que los salarios estatales ahora
resultan más insuficientes para vivir, pues se han incrementado los
precios de muchos productos prioritarios (alimentación, aseo, etc.).

El movimiento social de una parte considerable de los cubanos hacia la
pequeña empresa privada se convierte, entonces, en la única alternativa
para muchos de los que perderán, por una u otra razón, sus puestos de
trabajo para el Estado (que empleaba a la casi totalidad de los
ciudadanos). También lo será para aquellos que, aun sin ser parte de los
despedidos, traten de procurarse una economía más desahogada de la que
les permiten los salarios oficiales.

Pero, en las actuales condiciones económicas y con los rubros en los que
se autoriza el ejercicio del "cuentapropismo", surgen las grandes
preguntas: ¿hasta dónde ese controlado y limitado sector privado podrá
crecer para acoger a nuevos "empresarios" (poncheros, dulceros,
restauradores y alquiladores de habitaciones) y "empleados"
(dependientes, camareros, encargados de la limpieza, etc. de esos
negocios particulares)? ¿Resistirá la economía interna que se abran más
cafeterías, "paladares" o puestos de venta de bisutería barata? ¿Serán
la mayoría de empleados estatales con salarios insuficientes y
congelados los potenciales clientes de ofertas que, por una simple
merienda o el ajuste de una llave de paso de agua (solo el servicio de
ajuste), pueden llevarse la mitad y hasta la totalidad del sueldo diario
de un trabajador?

Resulta evidente que el resorte ha alcanzado el máximo de su tensión en
ese terreno, pero que la política de eliminación de plazas continuará y
los salarios no aumentarán en un buen tiempo… lo cual puede generar una
complicada situación social en un país donde, a la vez, se eliminan
subsidios y se convoca al trabajo y la productividad con consignas muy
parecidas a las del pasado –pues si algo apenas ha cambiado en Cuba es
la retórica oficial, a pesar de las llamadas a un "cambio de mentalidad".

Para el ciudadano común y corriente resulta difícil entrever soluciones
para ese inevitable conflicto. Y, a juzgar por la lentitud y discreción
oficial con que se desarrolla el proceso, parace ocurrir lo mismo con
las instancias que rigen y regulan los cambios en la sociedad y la economía.

En el horizonte cubano existen tres regulaciones cuya modificación se
debe concretar en un plazo más o menos corto (para las expectativas de
la gente): la entrada en vigor de las modificaciones de las leyes
migratorias, la apertura a más inversiones extranjeras y la admisión de
que funcionen cooperativas de obreros y hasta de profesionales.

Las dos primeras medidas previstas, aunque con efectos hacia el
interior, tienen su complemento en el exterior, en un momento en el que
la crisis económica mundial ha arreciado en Europa, uno de los polos más
importantes de esa posible relación. ¿Cuántos cubanos que se trasladen a
España pueden contar con la esperanza de obtener trabajo cuando los
españoles no lo encuentran? ¿Cuántos empresarios medianos de esa zona
del mundo estarán dispuestos a iniciar una aventura en la isla del
Caribe? Y la tercera disposición esperada se topa con otra interrogación
complicada: ¿cómo adquirir los materiales que necesitarán para su
trabajo algunas de las posibles cooperativas si solo el Estado puede
importar con carácter comercial?

A esas preguntas se puede sumar la peculiar posibilidad, últimamente tan
mencionada, de que empresarios o incluso emprendedores cubanos o
cubanoamericanos radicados en Estados Unidos participen en rubros
concretos de la economía insular. Pero la realidad es que esa aspiración
continúa siendo inviable incluso si el gobierno cubano les abriera
puertas, pues las propias leyes norteamericanas, con las del
embargo/bloqueo a la cabeza, siguen alejando la concreción de ese sueño
que algunos acarician y sobre el cual hasta viajan a La Habana para
dictar conferencias dedicadas a esta fantaciencia. Por lo pronto, de la
emigración cubana asentada en el vecino del norte solo podrán venir
algunos miles de dólares para apoyar la apertura de otra cafetería, o la
compra de un apartamento o un auto para dedicarlos al alquiler. Sería
más de lo mismo, y en cantidades económicamente poco significativas para
un país urgido de inversiones, especialmente en superestructura e industria.

Hacia el interior del país, el aumento previsto de la productividad en
la agricultura con la política de entrega en usufructo de tierras
estatales ociosas, de la cual se espera(ba) provocara una reducción de
precios en los productos alimenticios, aun no ha rozado siquiera su
objetivo, al parecer por dos razones: por el enorme déficit de productos
que existía y por la entrada en competencia de la gastronomía privada,
más la posibilidad de vender esos productos a empresas estatales
(hoteles, por ejemplo).

En el terreno de las inversiones, hoy Cuba hace una gran apuesta con la
modernización del puerto de El Mariel –unos 50 kilómetros al oeste de La
Habana-, para convertirlo en uno de los más capaces y modernos del
Caribe. Con capital y técnicos brasileños involucrados en la obra, de
seguro El Mariel cambiará su destino y dejará a la bahía de La Habana la
función de puerto turístico... Pero ¿qué se importará y exportará en
grandes cantidades por El Mariel? ¿De dónde vendrán los cruceros
turísticos que atracarán en La Habana si casi todos están vinculados a
empresas y capitales norteamericanos? ¿Cuántos trabajadores podrá
absorber este objeto económico una vez terminada su construcción? ¿Será
cierto que allí funcionarán "maquiladoras" chinas?

Quizás el venidero período de sesiones de la Asamblea Nacional, a
mediados de año, pueda arrojar alguna luz sobre varias de las
interrogantes y perspectivas de esta compleja encrucijada económica,
social y, por supuesto, política. Quizás.

Porque a estas alturas del recuento parece indudable que aun cuando sea
insoslayable aumentar de la eficiencia productiva y que conseguirla pasa
por la eliminación de puestos de trabajo en el sector estatal, también
es evidente que el destino de muchas de esas personas despedidas caerá
en una coyuntura de muy difícil solución –social e individual.
Especialmente complicada se muestra la situación para el sector de la
población que anda cerca de los cincuenta años o por encima de ellos, y
que, a pesar de su alto nivel cultural y educacional (o precisamente por
ello), les será más complicado reciclarse como empresarios privados o
trabajadores por cuenta propia con habilidades y energías que muchos de
esos cubanos no poseen… Así, para la generación que creció trabajando
para el futuro mejor, el porvenir les está llegando como un presente de
incertidumbres en el cual no cuentan demasiado los sacrificios del
pasado sino las habilidades con las que entrarle de frente a un
entramado social donde comienzan a regir otras reglas de juego. Y el
partido, como se dice en términos de béisbol, parece ser al duro y sin
guante.

Leonardo Padura es escritor.

http://elpais.com/elpais/2012/05/31/opinion/1338463956_465616.html

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