7 de junio de 2012

Dos contradicciones de la constitución cubana

Dos contradicciones de la constitución cubana
Jueves, Junio 7, 2012 | Por Roberto Jesús Quiñones Haces

GUANTANAMO, Cuba, junio, www.cubanet.org -La primera contradicción que
se aprecia en la Constitución cubana se encuentra en el Preámbulo, donde
se afirma que los cubanos estamos guiados "por el ideario de José Martí
y las ideas político sociales de Marx, Engels y Lenin". No existiría
contradicción si la expresión quedara constreñida a las ideas de Marx y
Engels. Me baso en el hecho de que si bien José Martí no fue un
marxista -todo lo contrario, formuló serias críticas a dicha concepción
filosófica-, sí estaba convencido de que todo gobierno debía
constituirse sin exclusión de nadie, de ahí su frase de que la República
debía fundarse "con todos y para el bien de todos".

Las diferencias estriban en la concepción democrática de José Martí y la
práctica "socialista" del siglo XX, acción que estuvo totalmente
desvinculada de los presupuestos teóricos de Marx y Engels. Lenin no
sólo se desentendió de los acuerdos y valoraciones de la mayoría sino
que se impuso a ella agrupando a su alrededor las fuerzas más
extremistas del partido y sin el consentimiento de la mayoría dio el
golpe de estado a Kerensky. A partir de este momento el concepto
leninista de construcción del estado socialista-continuado después con
las deformaciones que sumaron Josif Stalin, Mao Tse Tung, Kim Il Sun,
Josif Broz Tito, los máximos dirigentes cubanos y otros-, suplantó
importantes principios de la teoría marxista e introdujo prácticas como
la dictadura del proletariado y el culto a la personalidad que a la
postre suprimieron la esencia democrática que debe tener un régimen
socialista.

Lenin fue el primer deformador de las ideas marxistas y la práctica
"socialista" en el siglo XX una negación de la democracia, siendo
inadmisible que si éste es un sistema social superior al capitalismo en
esa praxis que tomo como referencia los llamados países del socialismo
real eliminaran conquistas logradas antes por la clase trabajadora,
entre las que se encuentran la libertad de expresión, la libertad de
asociación y reunión, el derecho de huelga, etc.

Otra contradicción notoria se halla en el artículo 1, que afirma: "Cuba
es un Estado socialista de trabajadores, independiente y soberano,
organizado con todos y para el bien de todos, como república unitaria y
democrática, para el disfrute de la libertad política, la justicia
social, el bienestar individual y colectivo y la solidaridad humana".
Pensadores como el Dr. Armando Hart Dávalos han cuestionado si esa
república "con todos y para el bien de todos" no es más que una utopía,
cuestionamiento que se basa en el desacierto de creer que los
"revolucionarios" son los únicos defensores de ideas patrióticas. Otros
intelectuales han declarado que mientras no se cumpla con esa proyección
martiana no estará consumada la obra de la Revolución, proceso que tuvo
una génesis marcadamente democrática y así consta en el llamamiento
elaborado por Carlos Manuel de Céspedes al incitar a sus compatriotas y
a los esclavos de su dotación a sumarse a la lucha independista, si es
que tomamos como base de esta afirmación la declaración reiterada de
Fidel Castro y otros dirigentes del proceso "revolucionario" acerca de
que la "revolución" cubana es una sola, iniciada por Carlos Manuel de
Céspedes y continuada por generaciones de cubanos .

Lo que determina la superioridad de un proceso no es la eliminación de
derechos sino el aumento progresivo de éstos, la creación de vías para
hacerlos efectivos y, sobre todo, la participación real de todos los
ciudadanos en la toma de decisiones. Cualquier gobierno puede
declararse partidario de una ideología proclamada superior, pero si en
la práctica no logra niveles de vida, de crecimiento económico o de
participación democrática congruentes con las expectativas creadas
entonces tal superioridad es mera exposición política. El Estado cubano
ha sido organizado por y para los revolucionarios, por tanto, es
excluyente, discriminatorio y anti martiano. Habría que preguntar,
además: ¿Qué es lo revolucionario en estos momentos? ¿Quién es el que
determina lo que es o no es revolucionario? Y, también, ¿quién le ha
dado esa infalibilidad? ¿Es contrarrevolucionario un ciudadano por el
hecho de no coincidir en todo con quienes gobiernan? ¿Cómo nuestro
Estado puede ser calificado de democrático si una porción de la
población es discriminada por sus ideas políticas y no puede ejercitar
derechos reconocidos internacionalmente, ratificados por el gobierno
cubano pero no incorporados a nuestra legislación? ¿Cuándo la alta
dirección del país estará dispuesta a discutirlo todo, frente a frente,
como ha proclamado Raúl Castro y reconociendo que sus interlocutores
tienen derecho a participar en la construcción de esa nueva Cuba que
todos anhelamos? La historia dirá la última palabra.

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