12 de junio de 2012

El regreso de los sindicatos

Sindicatos, Represión

El regreso de los sindicatos

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), de la que Cuba es
miembro, acaba de brindar un espacio, en su 101 Congreso Anual, a la
Coalición de Trabajadores Independientes Cubanos (CTIC)

Manuel Cuesta Morúa, La Habana | 12/06/2012 10:01 am

Pocos medios se hicieron eco sobre lo que considero ha sido una de las
más importantes noticias en torno a Cuba. Una de esas noticias que
merecía seguimiento por el significado e impacto mediatos para el mundo
del trabajo, la base futura de las relaciones entre los empresarios y
los trabajadores, y el papel presumible del Estado en tanto árbitro
social y gestor económico al mismo tiempo. Un seguimiento tan merecido
que llevó a Arco Progresista a malinterpretar la noticia, diciendo digo
donde solo se decía diego.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), de la que Cuba es
miembro, acaba de recordar, y brindar un espacio en su 101 Congreso
Anual, a la Coalición de Trabajadores Independientes Cubanos (CTIC), que
agrupa a tres expresiones sindicales con cierto tramo histórico dentro
de la Isla: la Confederación de Trabajadores Independientes de Cuba, el
Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos y la Confederación Obrera
Nacional Independiente. Nombres anchos que no deben invitarnos a
exagerar en términos de representación, pero que recogen un bregar
intenso de cientos de activistas por los derechos de los trabajadores
—con algunas victorias registrables—, y acumulan un montón de horas de
represión por parte del Estado.

La CTIC se hace representar, a sí mismo, por el Grupo Social
Internacional por la Responsabilidad Corporativa en Cuba, que pienso
tendrá un papel clave y necesario en la defensa de los trabajadores ante
la rapacidad, quise decir, del modelo de empresario chino que se
desplaza por el mundo, y que a muchos hombres de empresa y negocio les
gusta imitar.

Esta noticia venía precedida de un demoledor informe de la misma OIT en
el que pedía explicaciones a las autoridades por varios asuntos: la
represión misma de los activistas independientes, la manipulación de los
convenios colectivos, el bajo salario de los trabajadores, la violación
del Código Laboral —pocos cubanos saben que atendiendo al Artículo 13 de
dicho Código los trabajadores no tienen que pedir autorización legal
para crear sindicatos— y, un punto estructural de mucho calado para los
que sudan, demanda la modificación del Artículo 61, parte alícuota del
Decreto-Ley 67, que le reconoce a la Central de Trabajadores de Cuba
(CTC) el monopolio exclusivo de la representación laboral.

Los hechos son estrictamente revolucionarios, para decirlo en un
lenguaje entendible y de uso común que, por otro lado, nada nos informa
sobre la realidad social en la larga duración. Y culminan con la
inclusión de Cuba, léase su Gobierno, entre los 49 países más violadores
de los derechos sindicales en el mundo: un gobierno dicho de trabajadores.

Porque sentía que el suelo se abría bajo los pies de los obreros,
después de que la CTC consumó su traición en su abrazo con los
Lineamientos y la "actualización" del modelo, y tras su anuncio, entre
grave y solemne, de despidos y recortes laborales. Hasta que conocí de
estas magníficas noticias. A decir verdad, e independientemente de la
labor de aquellas expresiones sindicales independientes, su capacidad
para operar a nivel de las empresas y espacios de trabajo compite a la
baja con la del resto de las organizaciones de la sociedad civil. Un
empujoncito de la OIT se echaba de menos.

Y todo aquello tiene un agravante. Si el cambio en la sociedad cubana
garantiza un lugar bajo el cielo para múltiples organizaciones de la
sociedad civil, aunque no lo quieran, los cambios en la economía dejan
poco lugar tanto para el tipo de trabajador de la era meramente
industrial como para el tipo de organización sindical que le es propia.
Y hay más. Para peor. El estilo de modernización económica más aplaudido
en el mundo es el que recupera el tipo de relación empresario-trabajador
de las épocas pre sindicales. En este nuevo/viejo tipo de relación no
hay jornada de 8 horas, ni salario mínimo, ni trabajo fijo, ni derecho a
jubilación. Mucho menos derecho a huelga o a formar sindicatos. Camino
abierto por la CTC a partir de 2011 como corolario de una relación bien
trenzada desde los inicios con el Estado-partido de Cuba.

No es poca cosa lo que acaba de suceder de la mano de la CTIC, del Grupo
Social Internacional por la Responsabilidad Corporativa en Cuba y de la
OIT. Si el país laboral está colapsando porque depende de una estructura
económica y de propiedad que no favorecen la productividad ni la
rentabilidad, su consecuencia más inmediata ha sido que el trabajo con
el Estado no logra cuajar como fuente de riquezas para la sociedad, ni
como base para satisfacer la estructura de necesidades de las familias.
Ellos no son motivadores sociales. Tanto el monto como la estructura
salarial no cubren el precio de las mercancías en los "mercados" más
dinámicos y estables de la sociedad cubana: el "mercado en divisas" y el
"mercado negro". Aparejado al hecho de que ni los "mercados" estatales
ni la distribución racionada ofrecen estabilidad a la canasta básica de
los cubanos. Los cubanos se ven obligados, por tanto, a buscar su
economía fuera del Estado y a desarrollar su ética del trabajo fuera de
la economía oficial.

Todo lo cual llevó al colapso de la vida sindical. Economía productiva y
vida sindical siguen vidas paralelas. Puede haber economía sólida sin
sindicatos, pero no pueden existir sindicatos donde no hay economía,
estrictamente hablando.

Por consiguiente, el asunto crucial en Cuba no es solo que los
sindicatos oficiales no defienden a los obreros frente a injusticias
puntuales, sino el de su lugar dentro de una estructura económica y de
propiedad intencionalmente confusa que no les permite desempeñar su
papel original. ¿Cuál es? Que el trabajador gane más y el empresario menos.

De modo que no hay que asombrarse de nada en cuanto al papel de la CTC.
Su incapacidad para estar del lado correcto en la ecuación económica es
estructural, no intencional o personal. No olvidar que el enfoque del
Gobierno hacia el trabajo, un enfoque que reproduce esa mentalidad
criolla que se resiste a abandonarnos, no concibe al trabajador en
actividades autónomas e independientes que favorecen la libertad y
movilidad horizontal del mercado laboral, y con ello la innovación, la
rentabilidad y la riqueza, sino endosado a la burocracia y a los grandes
conglomerados humanos, siempre improductivos, pero que garantizan un
control extraeconómico sobre él, como en las antiguas haciendas españolas.

La ética del trabajo del "Gobierno" está más vinculada estructuralmente
al gasto y derroche en proyectos simbólicos y suntuarios de valor
político que a la productividad y capitalización para el ahorro, a pesar
de la retórica productivista del "socialismo" y su "actualización". Por
eso considera el trabajo como una obligación y un deber, —de ahí nuestra
larga historia con las leyes contra la vagancia— donde el trabajo
debería ser visto, en una época moderna, como motivación y
responsabilidad: las únicas maneras de crear una ética laboral.

¿Qué pueden hacer en medio de esta lógica los sindicatos oficiales? Dos
cosas nada más: o desaparecer o colocarse junto al Estado-patronal. El
sino de la CTC después de 1959.

Llegados en 2012 al colapso de todo lo realmente existente, el
sindicalismo oficial, un eufemismo para denominar al corporativismo
obrero de sobrada literatura, se liquida de dos maneras inevitables: o
trabajando para el Consenso de Pekín: mucha explotación, cero demandas,
bajos salarios, mínimas calorías y condiciones infrahumanas con el
propósito de maximizar las ganancias empresariales y vigorizar las
burocracias; o reasumiendo su naturaleza esencial de todos conocida en
el mundo occidental.

No quiere decir esto último que los sindicatos cumplan bien su función
en occidente. A fin de cuentas existieron en Cuba sindicatos amarillos
que respondían en última instancia marxista a los patrones, a los
intereses y al poder. Solo que los sindicatos son tales en el sentido
indiscutible de ponerse rojos aunque sea una vez.

Esta exigencia para aumentar la intensidad del color, la vienen
cumpliendo en Cuba solo aquellos que hoy, no importa su número, su
formación o pedigrí intelectual, se nuclean en torno a propuestas
sindicales independientes, capaces de plantarle cara a las
administraciones, a la policía y de aguantar codazos y empellones de
parte de los atildados representantes del Estado sindical cubano. Y con
su gesto, la OIT nos viene a recordar que en este mundo de empresas
volátiles y dinero violento se necesitan gente de verdad comprometida
con el objeto de su discurso; se necesita que regresen los sindicatos.

http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-regreso-de-los-sindicatos-277592

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