13 de junio de 2012

El revendedor de periódicos de Emergencias

El revendedor de periódicos de Emergencias
Miércoles, Junio 13, 2012 | Por Frank Correa

LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -El hospital Freyre de Andrade,
conocido popularmente como Emergencias, está situado en avenida Carlos
III, muy cerca de la calle Infanta, en Centro Habana. Es una
construcción de principio del siglo XX, deteriorada por la falta
de mantenimiento, con una parada de ómnibus en su entrada, donde
paran varias rutas y siempre está llena.

A las tres de la tarde comienza la hora pico del transporte, cuando
salen cientos de trabajadores de sus centros laborales y los ómnibus
no dan abasto, no se detienen en las paradas y demoran una eternidad.
Los vendedores ambulantes aprovechan para vender maní, caramelos,
pasteles y empanadas entre la multitud. En esa parada pernocta un
revendedor de periódicos, se sienta todos los días en el mismo banco,
y atiza a las personas desesperadas que se impacientan a la
espera de los ómnibus.

Tiene una táctica infalible para sacar de sus casillas a la gente y
ponerlas a hablar mal del gobierno. Hace unos lo escuché decir:
-Cuando estábamos con el campo socialista nos iba mejor. Recuerdo que
la libra de carne de puerco valía cuatro pesos y el jamón seis. La
gente odiaba a la macarela, al chicharro que daban por la libreta y
también a la merluza. Y le tenían tirria a la carne rusa. Ahora
comen hasta hocico de Dios sabe qué, vuelto picadillo.

Después se puso a criticar a los borrachos: -Se beben una botella de
ron y caen muertos en la acera hasta el otro día, porque no se echan en
la barriga ni un pedazo de pan, para que por lo menos el migajón absorba
el alcohol y no los mate.

Era cierto. Cerca de la parada había dos volcados bocarriba en la acera
y se veía un tercero un poco más lejos, quemándose bajo el sol de las
tres de la tarde.

El revendedor de periódicos volvió a su táctica de recordar el pasado
comparándolo con el presente. Dijo: -Ahora un pulóver cuesta treinta
cuc, que son setecientos pesos, mucho más que el salario de un mes. Y
un par de zapatos cincuenta cuc, que son mil doscientos pesos. Y a vece
se rajan o se abren a la semana.

Repitió en voz alta: –¡Cincuenta cuc por un par de zapatos! ¡Como si
fueran Amadeo!

Hacía más de dos horas que no pasaba una guagua, en cambio se veían
ómnibus vacíos cruzar por la avenida y había por lo menos tres
parqueados en aquella calle, sin uso aparente. El revendedor de
periódicos preguntó si no había algún valiente que se atreviera a
coger uno por su cuenta y llevárselo lleno, para aliviar la parada,
pero la multitud se sobrecogió, como si el solo hecho de escucharlo
fuera ya un delito. El revendedor sonrió. Dijo: –Eso es lo que pasa,
tienen miedo hasta de oír.

Era un hombre negro, viejo, con gafas oscuras que ocultaban sus ojos.
Tenía en una mano ejemplares del diario Granma y en la otra de
Juventud Rebelde. Dijo que ya tenía libertad para hablar porque
estaba retirado y no dependía del Estado, vivía del periódico y solo
quería que la gente mirara un poco al pasado, cuando se vivía mejor con
el campo socialista, o más atrás, cuando en Cuba se desayunaba, se
almorzaba, se comía y hasta se merendaba, y el hospital Emergencias
estaba en mejor estado.

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