21 de junio de 2012

La falacia de Cuba

La falacia de Cuba

El cese del embargo de Estados Unidos contra Cuba no produciría la
instauración de la democracia en La Habana
by Jaime Daremblum
June 19, 2012 - 12:57 pm

Ustedes seguramente han oído esto ya muchas veces: "El embargo de los
Estados Unidos contra Cuba es la razón más importante por la cual
Washington y La Habana no mantienen buenas relaciones. Si queremos que
la nación cubana se convierta en una democracia, debemos levantar las
sanciones y emprender una política de cooperación activa".

El razonamiento es simple y atrayente, lo cual explica por qué tanta
gente lo ha adoptado. Pero, desafortunadamente, se basa en una lectura
falaz de la historia y en una interpretación simplista de la dictadura
cubana.

En las últimas cuatro décadas, todos los presidentes norteamericanos que
intentaron llegar a una seria reconciliación con La Habana —Gerald Ford,
Jimmy Carter, Bill Clinton, Barack Obama— quedaron igualmente
decepcionados. Cada vez que Estados Unidos ha hecho una propuesta de
paz, el régimen de Castro ha respondido con actos tan patentes de
agresión en el extranjero (dando, por ejemplo, apoyo militar a las
fuerzas comunistas en África o matando a cuatro pilotos
cubano-estadounidenses) o de represión interna (encarcelando, por
ejemplo, a un ciudadano norteamericano por falsos cargos de espionaje)
que en efecto arruinó toda posibilidad de disminuir las tensiones.

Un buen ejemplo es la experiencia del presidente Obama. En abril de
2009, Obama disminuyó las sanciones de Estados Unidos con respecto a los
viajes y los envíos de dinero a Cuba. Pocos días después, en su discurso
de apertura de la Cumbre de las Américas celebrada en Trinidad y Tobago,
el presidente norteamericano destacó su sincera determinación de mejorar
las relaciones bilaterales con la isla. "Estados Unidos busca un nuevo
comienzo con Cuba", dijo Obama. "Estoy dispuesto a que mi gobierno
trabaje de manera conjunta con el gobierno cubano en una amplia gama de
asuntos —desde las drogas, la migración y las cuestiones económicas
hasta los derechos humanos, la libertad de expresión y las reformas
democráticas. Ahora, para ser completamente claro, no me interesa hablar
sólo por hablar. Pero creo que podemos dar una nueva dirección a las
relaciones entre Cuba y los Estados Unidos".

Los hermanos Castro tenían otros planes. En diciembre de ese mismo año,
Alan Gross, un contratista de USAID que trabajaba en Cuba, fue arrestado
bajo la acusación de espionaje. Su verdadero "delito" fue el haber dado
asistencia a la diminuta población judía de la isla para que obtuviera
acceso al Internet. El año pasado, Gross fue sentenciado a 15 años de
prisión y sigue encarcelado hoy día, a pesar de la intensa campaña de
los Estados Unidos para conseguir que lo dejen en libertad. De acuerdo
con su abogado, Gross, que tiene 63 años, "camina ahora con gran
dificultad; además, le ha salido un gran bulto detrás del omóplato
derecho". Victoria Nuland, portavoz del Departamento de Estado
norteamericano, afirmó que Gross "ya no es capaz de caminar ni siquiera
dentro de su celda". (Hace unos diez días, el gobierno cubano puso por
fin a disposición de la prensa la historia clínica de Gross.)

Gross se ha convertido esencialmente en un rehén —un ser humano usado
por Raúl Castro y compañía como moneda de cambio para extraer
concesiones de parte de los Estados Unidos. El ex gobernador de Nuevo
México Bill Richardson, que ha tratado de negociar la puesta en libertad
de Gross, afirma categóricamente que La Habana estaría dispuesta a dejar
en libertad a Gross a cambio de varios agentes de inteligencia cubanos
que están presos actualmente en los Estados Unidos. Pero no queda claro
aun si el régimen de Castro estaría en efecto dispuesto a ratificar un
tal intercambio de prisioneros. Además, desde su propia perspectiva,
Estados Unidos sentaría un terrible precedente si entregara a varios
agentes extranjeros que realizaban actividades ilegales de espionaje a
favor de una dictadura antinorteamericana a cambio de un solo ciudadano
estadounidense que hacía trabajo humanitario y que fue arrestado de
manera injusta y vergonzosa.

El arresto de Gross en 2009 tuvo lugar dentro de una más vasta ofensiva
del gobierno cubano contra la disidencia interna; acontecimientos
recientes confirman que los dirigentes de oposición siguen siendo
asediados por el régimen. A principios de este mes, un prominente
disidente cubano conocido como "Antúnez" testificó, en teleconferencia,
ante el Senado de los Estados Unidos e inmediatamente después fue
arrestado y brutalmente atacado por las fuerzas de seguridad cubanas. De
acuerdo con el Miami Herald, a Antúnez lo golpearon y le echaron gases
lacrimógenos en la celda de una cárcel de la policía antes de dejarlo
por fin en libertad.

Cómo podrían los Estados Unidos tener nunca relaciones cordiales con un
gobierno que atacó de manera brutal y descarada a un activista por la
democracia dos días después de que testimoniara ante el Senado? Además,
si el régimen de Castro quisiera realmente tener mejores relaciones con
Washington, ¿por qué incurriría en una conducta tan manifiestamente hostil?

Y esto nos trae una vez más al tan calumniado embargo de los Estados
Unidos. ¿Es el embargo profundamente impopular en América Latina? Sin
duda. ¿Es el embargo la principal barrera para que se rompa el hielo en
las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos? De ninguna manera. La
mayor barrera es el régimen cubano mismo, que se niega a poner en efecto
las reformas políticas más básicas o a respetar los derechos humanos más
fundamentales. De hecho, a pesar de los bombos y platillos que
festejaron las modestas reformas económicas de Raúl Castro —que el
economista cubano disidente Oscar Chepe describió como "demasiado pocas,
demasiado limitadas, demasiado tarde"—, el gobierno de Cuba es todavía
uno de los más represivos de la tierra. Cuando el Papa Benedicto XVI
visitó la isla en marzo, un alto funcionario cubano declaró a la prensa:
"Estamos poniendo al día nuestro modelo económico, pero no estamos
hablando de reforma política".

Algunos de los críticos del embargo arguyen que el turismo y la
inversiones estadounidenses terminarían por derrocar a la dictadura o
forzarla a celebrar elecciones libres. Esos críticos no entienden bien
la naturaleza de la tiranía cubana. Si los dirigentes comunistas no
quieren hacer reforma política, no habrá reforma política. Basta con
preguntarles a todos los países de Europa que han estado enviando
turistas e inversiones a Cuba durante años. De acuerdo con una
publicación del sitio web de la Unión Europea, "la UE es el más grande
socio comercial de Cuba, donde la mitad de la inversión extranjera
directa y más de la mitad de los turistas proceden de Europa".

En un artículo publicado en la revista New Republic en 1999, el
periodista Charles Lane dijo, mejor de lo que yo podría: "No habrá
ningún 'deshielo' significativo en las relaciones con Cuba ni
ciertamente ninguna apertura democrática en la isla, hasta que surja un
Gorbachev cubano. Entre tanto, deberíamos quizá hacer la siguiente
oferta permanente: levantaremos el embargo, daremos ayuda masiva para
reconstruir la economía cubana y devolveremos la base norteamericana de
Guantánamo, si Fidel Castro simplemente celebra una elección nacional
libre, multipartidaria, supervisada por observadores internaciones, tal
como lo hacen todos los otros países de América Latina. Y deberíamos
dejarlo que rechace la oferta e intente entonces explicar, a su pueblo y
al mundo, por qué lo hizo".

Raúl Castro no es el Gorbachev de Cuba. Pero cuando Raúl (que tiene
ahora 81 años) y Fidel (que tiene casi 86) finalmente mueran, podrán
surgir y tomar el poder genuinos reformistas políticos. Sólo entonces
será posible que se dé una verdadera distensión en las relaciones entre
Cuba y Estados Unidos.

Raúl Castro is not the Cuban Gorbachev. But when he (age 81) and Fidel
(nearly 86) finally die, genuine political reformers may emerge and take
power. Only then will a true U.S.-Cuban détente be possible.

El embajador Jaime Daremblum es director del Centro de Estudios de
América Latina en el Instituto Hudson.

Jaime Daremblum, who served as Costa Rica's ambassador to the United
States from 1998 to 2004, is director of the Center for Latin American
Studies at the Hudson Institute.

http://pjmedia.com/blog/la-falacia-de-cuba/?singlepage=true

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