4 de junio de 2012

Las dos caras de una moneda

Las dos caras de una moneda
Lunes, Junio 4, 2012 | Por Julio Cesar Álvarez

LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -Temprano en la mañana, las
luces delanteras del carro con chapa estatal que conduce Esteban
destellan un par de veces antes de rebasar la atestada parada de
ómnibus, donde Ramiro espera la guagua para ir hacia el trabajo.

Este destello es la señal tácitamente convenida en Cuba para dar a
conocer, a los que esperan el transporte público, que el automóvil que
lo emite, a pesar de que es estatal y no es un taxi, está disponible
para alquilar, a 10 ó 20 pesos la carrera, según la distancia a recorrer.

Esteban y Ramiro son las dos caras de una moneda añeja: la crisis del
transporte público cubano.

En el anverso de la moneda está Ramiro. Él es del bando de los que no
tienen automóvil y dependen del transporte público para trasladarse por
la ciudad. Se rompe la cabeza con el dilema de la supuesta propiedad
social sobre los medios de producción en nuestro país. No entiende por
qué, si siempre le han enseñado que la propiedad estatal es del pueblo,
él tiene que pagar diez pesos para que el chofer de un automóvil del
Estado -que supuestamente le pertenece también a él— lo acerque a su
trabajo.

Él reconoce que tampoco es un santo, pues los diez pesos que paga cada
vez que va para El Vedado en esos autos estatales, se los saca también
al Estado vendiendo a cinco dólares el galón el helado que sustrae de su
centro de trabajo. "Es como una cadena alimenticia donde todos comemos
del Estado, y después nos comemos entre nosotros". Asevera Ramiro.

En el reverso de la moneda está Esteban. Pertenece el bando de los que
conducen carros estatales y los usan como taxis particulares para ganar
dinero. Generalmente él debe ir del Vedado a Mantilla, tres veces al
día, por cuestiones de trabajo, lo que supone una ganancia de 240 pesos
diarios, si logra ocupar los cuatro asientos disponibles en el auto, o
un poco más si logra hacer recambios en el camino. Ese dinero se lo
reparten entre él y su jefe.

"Hace como tres meses que casi siempre voy y vengo con el auto lleno de
pasajeros, sobre todo en horas de la mañana y de la tarde. No hay
guaguas. Los almendrones (viejos taxis particulares de la era pre
castrista) no dan abasto, y la gente está obstinada en las calles. Ya
eso de que las mujeres bonitas no pagan, como dice la canción, se acabó.
Ya no doy botella, porque también tengo que vivir". Así se justifica
Esteban, mientras conduce por la calle Infanta.

Él dice que su jefe no tiene pegada (no es poderoso), y que por eso sólo
botea de forma limitada por el recorrido que indica la hoja de ruta.
Pero afirma que hay choferes a los que sus jefes le dan hojas de ruta
falsas, y pueden hacer más viajes, por lo que la ganancia aumenta.
Después ajustan en la hoja de ruta original el gasto de combustible, y
todo está en orden.

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